Observatorios

• Nota: ésta sección fue discontinuada, contiene artículos antiguos, permanece sólo por si alguien busca este tipo de información.

Cerro Paranal, Chile.- Seis horas de avión y tres de un vertiginoso viaje por tierra atravesando el desierto de Atacama es el trámite necesario para trasladarse desde Buenos Aires hasta el telescopio más grande del mundo, inaugurado hace pocos días a 1.200 kilómetros al norte de Santiago, Chile.

Este remoto lugar en la cima del cerro Paranal, enclavado a 2.635 metros sobre el niel del mar y alejado 80 kilómetros de cualquier asentamiento humano, es el elegido por el ente intergubernamental Observatorio Europeo del Sur (ESO) para desarrollar su plan más ambicioso.

Es el medio de la nada. No se ven plantas ni animales. Sólo un abismo de rocas y polvo rojizo, apenas interrumpido en el camino por las montañas y las chimeneas de las minas de cobre. El cielo aquí es un atlas celeste perfecto.

"Mire …, ésa es la constelación de Géminis. Y aquélla, la de Leo", dice el hombre, mientras hunde su dedo índice en el cielo, en el enjambre de estrellas. El hombre es Jorge Ianiszewski, nuestro guía, un periodista chileno con varios libros publicados sobre astronomía, que trabaja en el Departamento de Relaciones Públicas de la ESO. "Aquella rojiza en la constelación de Orión es Betelgeuse, una estrella que comenzó su proceso de muerte y se ha convertido en una gigante roja", continúa.

Pero el espectáculo que brinda cada noche el cielo del desierto es apenas un detalle. Lo grandioso está en la cima del cerro Paranal. Aquí, los países miembro de la ESO (Alemania, Francia, Suecia, Suiza, Holanda, Bélgica, Italia y Dinamarca) se embarcaron en algo grande. Quieren estudiar el universo lejano y por eso están abocados a la construcción del complejo de telescopios más grande de todos los tiempos; una inversión de 900 millones de dólares.

"Parte de la capacidad de un telescopio se relaciona con el diámetro de su espejo principal -comenta Ianiszewski-. En este caso, el proyecto consta de cuatro aparatos con espejos de 8,2 metros de diámetro cada uno". Es una medida monstruosa si se compara con los 2,4 metros que ostenta el ya célebre telescopio espacial Hubble.

Sin embargo, esto es apenas el principio. También habrá en el lugar tres telescopios de 1,8 metro de diámetro. Para el 2.005, los cuatro gigantes y los tres pequeños funcionarán como una pieza única … ¡de 200 metros de diámetro! No existe otro que se acerque a esas medidas.

Mirada al infinito

¿Cómo son estos telescopios? Para averiguarlo hay que subir a la cima del cerro Paranal.

Cuando los europeos llegaron en 1.991, el cerro Paranal tenía 2.678 metros de altura. Para construir el complejo, los ingenieros hicieron una plataforma en la cima que redujo la medida a 2.635 metros.

Es de noche y el último tramo hay que subirlo casi a tientas, con las luces de la camioneta apagadas y con el pálido reflejo de la Luna como única guía. "Es que las galaxias más lejanas, aquellas que están a miles de millones de años luz de distancia, son tan débiles, que cualquier fuente de luz cercana, por pequeña que sea, podría perturbar las observaciones", se excusa Ianiszewski.

El Very Large Telescope (VLT) es capaz de percibir objetos 4.000 millones de veces más débiles que los que puede ver el ojo humano.

Arriba, en la cima, el silencio es absoluto, y las estrellas son, sencillamente, incontables. También están Venus y Saturno, a punto de ponerse en el horizonte.

Por la boca de una de las cúpulas asoma el telescopio número 1, el único inaugurado por el momento. "Lo bautizamos Antu, que en lengua mapuche quiere decir Sol", acota Ianiszewski. El aparato apunta al cielo. Está observando algo en lo profundo del cosmos.

Pero conocer el telescopio más grande del mundo para los muy fantasiosos puede resultar algo frustrante. Por el contrario, para los amantes de la tecnología es una experiencia inolvidable.

El VLT no se parece a un telescopio tal como se lo concibe generalmente. No se mira por un agujerito ni se puede apuntar hacia donde uno quiera.

Se trata de un intrincado tejido de hierros que en la base contiene la maravilla: un inmaculado espejo de 8,2 metros de diámetro y sólo 17 centímetros de grosor. "El espejo pesa 23 toneladas y se apoya sobre 150 soportes que lo van deformando para que la imagen siempre sea óptima", explica Ianiszewski.

Toda la maquinaria se maneja desde un centro de control, lleno de computadoras. Allí los astrónomos escriben complicadas coordenadas. Son montones de instrucciones. Las imágenes del espacio aparecen sólo en una de las pantallas.

Los colores del cosmos

Para los ojos del lego, el espacio profundo en tiempo real tal como lo ve el VLT parece poco atractivo. La computadora muestra una serie de manchas blanquecinas (estrellas y galaxias) sobre un fondo muy negro.

La visión cambia cuando las imágenes se procesan. Entonces, sí, aparecen en colores las galaxias espirales, las nebulosas en bonitos rojo, amarillo y verde, y cúmulos de millones de estrellas que se asemejan a un hormiguero.

"Los astrónomos actuales somos muy diferentes a los de hace un siglo -explica el belga Gautier Mathys, astrónomo y subjefe de Operaciones Científicas del observatorio-. Ellos vivían observando a través del telescopio, pero nosotros quizás hacemos una o dos noches de observación y luego nos pasamos uno o dos años analizando los datos que obtuvimos. Algunos colegas ni siquiera conocen bien el cielo, porque se dedican a otras áreas de ésta ciencia. Pero el trabajo no resulta menos apasionante por ello".

En realidad, Mathys pertenece al grupo de astrónomos permanentes de Paranal, un grupo de personas que duerme de día y vive cuando salen las estrellas. Para él las noches de observación serán muchas, ya que el complejo trabaja con dos modalidades: en una, los astrónomos europeos y chilenos se acercan a Paranal y realizan sus propias observaciones; en otra, el complejo ausculta el cielo a pedido y manda los datos a quien los solicita.

"Es un éxito. Las solicitudes para usar el telescopio superan en siete veces la capacidad", concluye Mathys.

Los colores del cosmos

Como se ve en la foto aérea, el cerro Paranal (2.635 m) fue rebanado en la cima para construir el complejo. Al fondo, el camino hacia Antofagasta.

Autor: Sin datos

Editor: Ricardo Santiago Netto (Administrador de Fisicanet)

Éste sitio web usa cookies, si permanece aquí acepta su uso.

Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de privacidad.