Los britanos

La Britania prerromana

Antes de que Roma conquistara Britania en el siglo I d.C., la isla era relativamente insignificante en la historia de la civilización occidental. La primera descripción detallada de la isla y sus habitantes la escribió el navegante griego Piteas, quien exploró la región costera aproximadamente en el año 325 a.C. Sin embargo, se conservan pocos indicios del idioma o civilización de los primeros habitantes, tan sólo monumentos megalíticos, tales como Stonehenge, que datan de la edad del bronce (hacia el 2.300 - 800 a.C.). Desde la edad del bronce hasta aproximadamente el siglo VI a.C., Britania estaba habitada por los pictos y los celtas, quienes hasta el siglo I a.C. invadieron periódicamente las islas Británicas.

Britania en el 550 d.C.
Britania en el 550 d.C.

La Britania romana

Julio César invadió Britania en el 55 a.C. y regresó al año siguiente para dominar a los habitantes nativos denominados britanos. Éstos conservaron su libertad política y pagaron tributo a Roma durante casi un siglo, antes de que el emperador romano Claudio I iniciara la conquista sistemática de Britania en el 43 d.C. Hacia el año 47, las legiones romanas habían ocupado completamente la parte de la isla al sur del río Humber y al este del río Severn. Las tribus, especialmente los siluros, habitantes de los actuales Gales y Yorkshire, resistieron tenazmente durante más de treinta años, un período marcado por la fracasada y sangrienta rebelión dirigida por la reina Boadicea (Budicca o Boudicca) en el año 61. Es entonces cuando Britania se convirtió en provincia imperial de Roma, administrada por gobernadores romanos. Aproximadamente en el 79, las legiones romanas dominaron a las tribus de Gales y establecieron control sobre las de Yorkshire. Entre el 79 y el 84, las fuerzas romanas dirigidas por Cneo Julio Agrícola se desplazaron a través de la parte norte de la isla, completando la conquista del estuario de Forth. Agrícola también avanzó hacia el norte entrando en Caledonia (ahora Escocia), pero la región situada entre los estuarios de Forth y Clyde siguió siendo territorio en litigio. Las tribus de Caledonia, los pictos, conservaron su independencia.

Hay muy poca información sobre las relaciones que mantuvieron los britanos y sus conquistadores desde el 85 hasta el 115. Poco después del 115, los nativos se sublevaron contra sus conquistadores y aniquilaron a las guarniciones romanas de Eboracum (ahora York). Como resultado, el emperador romano Adriano visitó Britania en el 122 y comenzó la construcción de una muralla de 117 km, que se extendía desde el estuario de Salway, en el mar de Irlanda, hasta la desembocadura del río Tyne. Aún se conservan fragmentos de este muro, conocido como muralla de Adriano. Veinte años más tarde, se construyó otra línea defensiva, llamada la muralla de Antonino, en la parte más estrecha de la isla, desde el estuario de Forth al estuario de Clyde. La región situada entre las dos murallas constituía una zona de protección frente a los caledonios, quienes finalmente fueron empujados hacia el norte de la muralla de Adriano en el siglo III. La muralla marcó la frontera romana durante los siguientes doscientos años, un período de paz relativa.

Estatua de Boudica cerca del puente de Westminster
Estatua de Boudica cerca del puente de Westminster
Boudica fue una reina guerrera de Britania que acaudilló a los icenos y a otras tribus bretonas, incluyendo a sus vecinos los trinovantes, durante el mayor levantamiento contra la ocupación del Imperio romano entre los años 60 y 61d.C., durante el reinado del emperador Nerón.

Durante el período de conquista y de campañas militares, Britania fue fortaleza militar del Ejército romano, pero los britanos se beneficiaron de sus influencias tecnológicas y culturales. Las tribus británicas se familiarizaron con muchos de los elementos característicos de la civilización romana, incluidos sus sistemas legales y políticos, su arquitectura e ingeniería. Se crearon muchas ciudades, cuyas fortalezas estaban unidas por una gran red de carreteras militares, de las que han quedado muchos restos. Evidencias arqueológicas del período de ocupación indican que los romanos aportaron toda su cultura a Britania. Sin embargo, en general, sólo la nobleza, la clase más rica y los habitantes de las ciudades aceptaron el idioma romano y su forma de vida, mientras los britanos de regiones lejanas conservaron su cultura nativa.

A finales del siglo III, el Ejército romano comenzó a retirarse de Britania para defender otras partes del Imperio. En el 410, cuando los visigodos invadieron Roma, la última de las legiones romanas abandonó la isla. La cultura celta volvió a ser la predominante y la civilización romana en Britania se desintegró rápidamente. La influencia romana desapareció prácticamente durante las invasiones germánicas de los siglos V y VI. Después, la cultura de los anglosajones se extendió a través de la isla.

Bibliografía:

Autor: Ricardo Santiago Netto. Argentina

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